¿Dónde están las almas un martes a
la tarde? ¿Dónde se esconden los mundos cuando el sol se queda fijo tras lo
gris de sus nubes?
¿Qué hacemos los hijos del cielo con
tanta herencia...? quizás acaso nada mejor que mirar aquella paloma que
meditativa en su rama, desintegra fantasmas sin darse cuenta.
Mirar las vibraciones de las hojas,
que con el viento, trémolo que me devuelve la sensación de identidad que alguna
vez algo la hizo volar.
Las ramas están desprovistas de sus
hojas, y con orgullo se enaltecen en la máxima desnudez que muestra su
simpleza.
Los momentos brotan de una vida que
observa y es observada.
Las miradas solo son un intento de
sobrevivir. Las paranoias se reducen a una mera necesidad de prolongar esta
existencia que ansía más.
Y de repente, esa paloma rompe su
meditación, y se vuela, dejando la resonancia de su impulso, impregnando de
música al paisaje.
Y yo me quedo en esa miseria en la
garganta, de quien necesita encontrar algo inspirador para vivir.
¿Dónde están las ninfas inspiradoras
de aquellos padres de la civilización pérdida?
Y si las encuentro, las pierdo... y
entonces me renuevo... en esa putrefacción de lo antiguo... que amenaza con
llenarme de sus pestes.
Pero zigzagueando voy evadiendo a
esos microuniversos que necesitan mi dolor para existir.
En este
mundo que está rodeado de muchos... yo encuentro Todo... en la Nada de la razón que los
salva.
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