lunes, 5 de noviembre de 2012

el graznido del cuervo



se desnaturalizó la rutina, se terminó con la sensatez del sol y la del campesino labrando campos.
resbalé por esas maderas de sueños, por las cuales mi pasos confiaron como ayer,  cuando las maderas, estaban hechas de vigilia imperial.
me percaté de mi respiración automática, respirando viruta, polvo de estrellas genealógicas, tiempos extranjeros.
empecé a ver a los ancianos,  disfumándose con el entorno, como los bordes de las hojas secas chocan, subsidiadas por el viento, contra la cara terca e irreflexible del concreto de sus ciudades.
van desapareciendo, se confunden con el polvo, se acostumbran a la conciencia ignominiosa del perecer, que con una sonrisa de Hipnos , desdibuja en algún rincón de su ilusión, deja al decrépito caer con confianza, de espaldas, al cajón de los gusanos, a la puerta magna, del gusano magno.

alamedas del destino, estoy transitando por el sector de cuervos cantores, aficionados a la tragedia.
magníficos interpretes, no me gustan sus mensajes, pero presionan a mi corazón y lo llenan de éxtasis escalofríantes. lo llenan de mandatos, a los cuales mi prudencia, no quiere adherir. 
mi voluntad, frágil, débil, una pelusa perdida de conciencia, flotando en la electricidad del mundo, dice que no los ha convocado, inocente lactante, aún en sus guarida de pelos  y azúcar, no comprende la fuerza de estos vientos.
no puede rechazarlos, sólo aceptar, los caminos amordazados por el designio, la incertidumbre del reverso de la página del destino.

pero no puedo evitarlo, caigo en remolinos de angustia, voces circulares que me recuerdan  el no poder hacer, me exponen al estruendo de la inacción, cristales polares en el olvido del mundo.
soy testigo sin manos, pero con visión de halcón, y corazón de ciervo, siguiendo la manada, de la supervivencia.
la vida, se ha abierto, ha desplegado sus alas como cartas arcanas sobre el mantel del cielo
y yo, sin entender, de órdenes ni símbolos, proclamo caos, grito caos, espero locura
y esta locura, no será pérfida, no será más, que un simulador de muerte? un entretenimiento lánguido de dolor? un verdugo que derrama sangre, pero que no permite que a su víctima, se le pare el corazón?

debo ver sufrir, y deberé ver morir, 
y también seré presencia frente a la muerte de mi madre, de ella, que es la antesala de mi carne, también ella se abrirá como una bandada de pájaros entre la hierba, luego del disparo, dejando fricciones rosadas y anaranjadas, como ceño firmando el final incierto, en un crepúsculo imaginario.  se impregnará en mi espíritu.
y este molino (este ingenio, esta razón, estos tenedores de intelecto que cargo como tanques de números dementes) extraerá aguas de las vertientes de leyes ambiguas, hermafroditas,  en su sumisión de persistir.
 hacia allí soplan los vientos, desde dónde una vez brotó, su entender y su creer ser.. tierra fértil de conciencia por la que ahora, han pasado entonando vendavales de tormentas, inundaciones e incendios. el paisaje que alguna vez anidó al velero, mutó.

esta nueva flor, en caso omiso a los mensajes de su telégrafo mental, abrirá sus pétalos de acrílico en este lienzo, de inconmensurable belleza caduca. es su misión. serviente del contraste.
lo imposible de lo perenne, es sólo un concepto, y nada cambió desde que éramos niños, y la lluvia caía, en una tarde de receso escolar. ahora. sólo hemos tenido que tragar y digerir ese concepto, haber inervado al corazón, con su certeza, pesada como un reloj de oro suizo, en los brazos de una cría de leche, mareada por la densidad sonora de sus interminables tic tacs.
 hubo que  vomitar la leche blanca por la descomposición de la ilusión, y haber perdido fuerza, mientras se intentaba recomponer la herida, suturándola con hilos de ébano (ilusioramente inmutable)
no hay escapatoria.

y el saberlo ¡ah! ¡el saberlo!
¿no nos da acaso, el castigo de este segundo, de un infierno infinito?

la plegaria, es al olvido.

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